El mundo
está viviendo tiempos de cambios bruscos y contínuos. Los más notorios se están
realizando en América Latina, que por su dinamismo interno, está
desarrollándose a pasos agigantados en materia de integración comercial y
turística. En la
región tenemos por un lado al Mercosur con Brasil a la cabeza, seguido de
Venezuela, Argentina y Uruguay. Paraguay, miembro fundador del Mercosur, aún está en compás de espera. Y por el otro
lado, está el novísimo G-4 del Pacífico, integrado por México, Colombia, Perú y
Chile. Costa Rica y Guatemala ya expresaron su disposición de formar parte de
este bloque comercial que ya liberó sus aranceles en un 90% y eliminó el
visado. Habrá un libre tránsito para hacer negocios y crear nuevas empresas.
Lamentablemente, naciones como Ecuador, Bolivia y Nicaragua, por sus regímenes
gubernamentales están quedándose a la zaga del desarrollo social.
Efectivamente,
los países miembros del G-4 son las economías más dinámicas de la región, que
conjuntamente con Brasil, lideran el crecimiento hemisférico. Sin embargo,
América Latina es el continente con mayor desigualdad económica y social.
Solamente entre los años de 2003 al 2008, la región creció 5% cada año y más de
40 millones de personas salieron de la pobreza.
No
obstante a la creación de miles de empresas en la región, las desigualdades en
el ámbito de los ingresos económicos permanecen igual. La razón es que no todas
las empresas son sostenibles. Con ello no nos referimos a la sostenibilidad
ecológica o medio ambiental, sino al hecho de no proporcionar un salario decente
para sus trabajadores.
El año
pasado, América Latina tuvo un crecimiento modesto de 3.1% con respecto al 4.3
del año 2011. Se estima que para este año, el PBI arrojaría un porcentaje
cercano al 3.5%, siendo Perú, Panamá y
Chile las naciones con mejor rendimiento, mientras que Brasil y Argentina la
desaceleración fue más notoria.
Por eso
hay grandes desafíos para crear y desarrollar empresas sostenibles en América
Latina y el Caribe. Entre los obstáculos están los factores externos sobre las
cuales las empresas no tienen el control, como es por ejemplo, la inestabilidad
política, falta de acceso a la financiación, infraestructura insuficiente,
normatividad jurídica y administrativa inadecuada y disponibilidad de
trabajadores calificados.
Por el
frente interno de las empresas están las capacidades y conocimiento de la
empresa como la falta de competencia de gestión, falta de conocimiento del
mercado, falta de sensibilización sobre el valor de los servicios de apoyo a
las empresas, uso de tecnologías obsoletas y prácticas que justifiquen un bajo
nivel de productividad.
Por cierto
que abordar estos obstáculos e intentar resolverlos es más difícil cuando el
país es pobre y las empresas pequeñas. Por esa razón, la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) al ser una organización de las Naciones Unidas
que reúne a gobierno, empleadores y trabajadores, diseña políticas y programas
en forma conjunta con el fin de promover empresas sostenibles.
Por eso,
basándose en las últimas propuestas del desarrollo sostenible, la OIT mediante
su Conferencia Internacional de Trabajo (junio 2007) abordó las necesidades
apremiantes para el desarrollo sostenible, la globalización justa y el papel de
las empresas.
En sus
conclusiones presentó un programa para orientar la promoción de empresas
sostenibles.
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No obstante a la creación de miles de empresas en la
región, las desigualdades en el ámbito de los ingresos económicos permanecen
igual.
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FIRMADOS Nro 183 / Callao, julio 4, 2013
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