Sólo fueron 150 segundos para cambiar la vida de miles de peruanos que esperan con dolor y lágrimas abrazar a sus seres queridos, muchos de los cuales nunca volverán. Las frías cifras del Instituto Geológico del Perú revelan que hay más de 400 muertos y 1,800 heridos, pero la realidad supera ampliamente a los números. En total fueron dos terremotos que sacudieron ese país andino la tarde del miércoles 15 de agosto, registrando 7.5 y 7.8 grados en la escala de Richter.
Las provincias sureñas de Pisco, Ica y Cañete son ahora ciudades fantasmas. “Pareciera que han sido bombardeadas” afirman los periodistas que llegan a esos lugares, luego de sortear interminables obstáculos como carreteras bloqueadas, pistas abiertas, aluviones de tierra, caída de cerros y maretazos en casi todo el litoral peruano.
Pero Lima, la capital del Perú no escapa a esa triste realidad. También tiene muertos, heridos, casas derrumbadas y mucha zozobra por las más de 300 réplicas de sismo que hasta llegan a los 5.5 grados en la escala de Richter. Anoche nadie ha dormido, la gente ha preferido quedarse en parques y estadios temiendo algo peor. En Callao, el principal puerto peruano, las casas del litoral están totalmente abandonadas por la alarma de tsunami y los fuertes maretazos han inundados varias calles del residencial distrito de La Punta.
No hay energía eléctrica y las líneas telefónicas están totalmente congestionadas. Todos quieren comunicarse con sus seres queridos y no pueden hacerlo, aumentando de esta manera la incertidumbre en la población. Hay niños perdidos y madres desesperadas que salieron despavoridas cuando vieron los primeros oleajes que inundaron sus viviendas. Las autoridades gubernamentales llevan frazadas, alimentos y agua, pero sus esfuerzos son limitados. Las clases escolares están suspendidas y muchos negocios están cerrados. Lima es una ciudad fantasma y las provincias del sur capitalino, “ciudades bombardeadas”.
El Perú no volverá a ser como antes. El país está de duelo y varios jefes de Estado latinoamericanos expresaron al presidente Alan García Pérez su solidaridad como países hermanos. La presidenta de Chile, Michelle Bachelet y el mandatario colombiano Álvaro Uribe fueron los primeros en comunicarse con el Perú. También el Papa, Benedicto XVI expresó su dolor por tantas pérdidas irreparables. Las primeras ayudas extranjeras ya están en suelo inca y hasta perros especializados de España rastrean signos de vida en los derrumbes de iglesias y casas.
Un día después, Lima es una ciudad triste. Los supermercados y tiendas por departamentos están cerrados, y los alumnos no expresan sus alegrías en las calles. Todos están expectantes de las noticias y el comentario general es qué pasará después, porque aún hay réplicas muy fuertes. Hasta los restaurantes que eran muy frecuentados disponen de amplios espacios para sus comensales.
En los hospitales ya no hay espacio para atender a los enfermos. Los médicos que precisamente ayer iniciaron una huelga por reivindicaciones sociales tuvieron que suspenderla por la emergencia. Ahora atienden a los pacientes en los pasillos y patios de los hospitales. Se han levantado carpas de atención ambulatoria, pero no es suficiente. La gente que ha dormido en las calles, tuvo que soportar el frío que en algunos lugares llegó a casi 10 grados, inusual para la ciudad capital.
Al cierre de esta crónica, en varias ciudades no hay energía eléctrica, líneas telefónicas y agua potable. Es más, en las ciudades del sur limeño ahora es difícil llegar por la caída o destrucción de puentes y carreteras. Sólo bastó un poco más de dos minutos para transformar la vida de muchos personas y desaparecer ciudades enteras.
Las provincias sureñas de Pisco, Ica y Cañete son ahora ciudades fantasmas. “Pareciera que han sido bombardeadas” afirman los periodistas que llegan a esos lugares, luego de sortear interminables obstáculos como carreteras bloqueadas, pistas abiertas, aluviones de tierra, caída de cerros y maretazos en casi todo el litoral peruano.
Pero Lima, la capital del Perú no escapa a esa triste realidad. También tiene muertos, heridos, casas derrumbadas y mucha zozobra por las más de 300 réplicas de sismo que hasta llegan a los 5.5 grados en la escala de Richter. Anoche nadie ha dormido, la gente ha preferido quedarse en parques y estadios temiendo algo peor. En Callao, el principal puerto peruano, las casas del litoral están totalmente abandonadas por la alarma de tsunami y los fuertes maretazos han inundados varias calles del residencial distrito de La Punta.
No hay energía eléctrica y las líneas telefónicas están totalmente congestionadas. Todos quieren comunicarse con sus seres queridos y no pueden hacerlo, aumentando de esta manera la incertidumbre en la población. Hay niños perdidos y madres desesperadas que salieron despavoridas cuando vieron los primeros oleajes que inundaron sus viviendas. Las autoridades gubernamentales llevan frazadas, alimentos y agua, pero sus esfuerzos son limitados. Las clases escolares están suspendidas y muchos negocios están cerrados. Lima es una ciudad fantasma y las provincias del sur capitalino, “ciudades bombardeadas”.
El Perú no volverá a ser como antes. El país está de duelo y varios jefes de Estado latinoamericanos expresaron al presidente Alan García Pérez su solidaridad como países hermanos. La presidenta de Chile, Michelle Bachelet y el mandatario colombiano Álvaro Uribe fueron los primeros en comunicarse con el Perú. También el Papa, Benedicto XVI expresó su dolor por tantas pérdidas irreparables. Las primeras ayudas extranjeras ya están en suelo inca y hasta perros especializados de España rastrean signos de vida en los derrumbes de iglesias y casas.
Un día después, Lima es una ciudad triste. Los supermercados y tiendas por departamentos están cerrados, y los alumnos no expresan sus alegrías en las calles. Todos están expectantes de las noticias y el comentario general es qué pasará después, porque aún hay réplicas muy fuertes. Hasta los restaurantes que eran muy frecuentados disponen de amplios espacios para sus comensales.
En los hospitales ya no hay espacio para atender a los enfermos. Los médicos que precisamente ayer iniciaron una huelga por reivindicaciones sociales tuvieron que suspenderla por la emergencia. Ahora atienden a los pacientes en los pasillos y patios de los hospitales. Se han levantado carpas de atención ambulatoria, pero no es suficiente. La gente que ha dormido en las calles, tuvo que soportar el frío que en algunos lugares llegó a casi 10 grados, inusual para la ciudad capital.
Al cierre de esta crónica, en varias ciudades no hay energía eléctrica, líneas telefónicas y agua potable. Es más, en las ciudades del sur limeño ahora es difícil llegar por la caída o destrucción de puentes y carreteras. Sólo bastó un poco más de dos minutos para transformar la vida de muchos personas y desaparecer ciudades enteras.
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