El
principal reto que tiene la industria microfinanciera en América Latina es
incursionar con el mismo éxito que tuvo en las zonas urbanas y
urbana-marginales, en las comunidades rurales y agrícolas.
Para ello
se debe entender que pasa en las comunidades étnicas y serranas. La región de
América Latina, incluyendo a los países del Caribe, comprende 11 de los 14 biomas
terrestres que hay en todo el mundo. Un bioma es una gran extensión de tierra
donde se comparte el clima, flora y fauna. Estos 11 biomas regionales incluyen desde
selvas tropicales y subtropicales a praderas templadas, de sabanas y matorrales
a bosques, zonas forestales y matorrales mediterráneos. Centroamérica, Brasil y
Perú son ricos en recursos naturales, flora y fauna.
Los biomas forestales en conjunto cubren casi 900 millones de hectáreas,
o la mitad de la masa de superficie de América Latina y casi el 22% del área total de bosques del
mundo. Brasil es un ejemplo de ello, pero también los países andinos. Perú por
su posición geográfica es una nación andina y amazónica a la vez, pero al mismo
tiempo, muchas hectáreas que fueron bosques ahora son comunidades abiertas al
desarrollo económico y a la “civilización urbana-rural”, tierra de misión de
las microfinanzas.
El bioma más predominante cubre el 44% de la superficie de la región,
principalmente
en Centroamérica y el Caribe y el norte de América del Sur. Casi el 75%
de estos bosques se mantienen como cubierta de bosques primarios en zonas remotas
o protegidas. Por esa razón en los países centroamericanos periódicamente
ocurren lluvias tropicales y son los más limpios en sus biomas.
Sin embargo hay cambios que están ocurriendo. Estos ecosistemas están
sujetos a cambios por la conversión y degradación de las condiciones físicas y
bióticas asociadas a la expansión agrícola, el desarrollo vial, la minería, la
tala, el pastoreo de animales, el fuego y la introducción de especies invasoras.
De manera directa o indirecta, la industria microfinanciera estará relacionada
con esta realidad.
Según los expertos, estos cambios afectan la capacidad de los
ecosistemas para generar servicios, incluyendo
la regulación hídrica, la regulación del ciclo de carbono y de nutrientes, el
control de enfermedades y plagas, la polinización y la mitigación de riesgos
naturales. Por ejemplo, la conversión de bosques para agricultura ocasiona la
pérdida de la capacidad del ecosistema para capturar y retener carbono y
generar agua.
Es decir, ocurre la posterior fragmentación y pérdida del hábitat
natural que exponen las áreas naturales a las especies invasoras y a los
efectos del cambio climático.
Datos recientes de la FAO revelan que entre 1990 y 2005 casi el 7% de la
cubierta forestal de la región se convirtió principalmente a tierras agrícolas.
La tasa promedio anual de pérdida de área boscosa entre 2000 y 2010 se situó en
un promedio de 0,46%.
Aunque con una pequeña mejoría sobre la década anterior, esta tasa de
deforestación representa una pérdida forestal de cerca de 4,2 millones de hectáreas
anualmente. La reserva total de carbono estimada en los bosques de ALC
(incluyendo la biomasa, madera seca y suelo) es de casi 200,000 millones de
toneladas, con emisiones
anuales de carbono ocasionadas por la conversión
de bosques estimadas en 424 millones de toneladas para el período 1990–2010.
FIRMADOS Nro 177 / Lima, 2 de mayo de 2013
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