Como consecuencia de la desidia de las autoridades municipales y policiales, en los últimos meses, la delincuencia juvenil se ha incrementado notoriamente en Callao, atentando contra la vida humana y creando inestabilidad empresarial y zozobra en el primer puerto del país.
Es casi una costumbre ver a grupos de pandilleros, jóvenes y adolescentes, que parados en las esquinas asaltan, roban, hieren y hasta asesinan a quienes se les enfrenten por defender sus pertenencias. Callao es tierra de nadie y cada vecino hace lo que cree conveniente para cuidar su vida y propiedad.
Las pandillas integradas por jóvenes y adolescentes de entre 17 y 25 años aproximadamente, vestidos de casacas con “capuchas” que suelen colocárselas encima de los gorros, llegan a formar grupos que superan las 20 personas. Estos grupos son el terror de tiendas, bodegas, puestos de mercado, pasajeros y vecinos chalacos.
Callao que se caracterizaba por tener zonas peligrosas donde hasta la policía no ingresaba como los “Barracones”, “La Siberia”, “Corongo”, “Puerto Nuevo”, “Chacaritas”, “San Judas”, etc., ahora tiene el deshonroso mérito de ser el puerto más peligroso del Pacífico y la ciudad porteña con mayor número de atentados contra la vida y la salud.
Si bien es cierto que la delincuencia juvenil es producto del rol familiar, también es real que es consecuencia de la negligencia de las autoridades regionales y municipales. En Callao. las personas del mal vivir han tomado literalmente calles como los jirones Saloom, Guisse, Loreto, Apurímac, Ancash y Av. Grau (ex Buenos Aires), ubicadas en la periferia del cuartel Alipio Ponce de la Policía Nacional del Perú (PNP), sólo por citar a la periferia de Callao Cercado.
Es común ver diariamente los asaltos a 150 metros del Cuartel Alipio Ponce, hechos que suelen acrecentarse a partir de las 8 p.m. aproximadamente. Desde esa hora, las pandillas empiezan a reunirse en las esquinas y realizar sus fechorías.
Por cierto que los escasos policías y personal del serenazgo están en la principal Av. Sáenz Peña, Av. Grau, Jr. Lord Cochrane y Jr. Colón, cerca del Mercado Central. Muchos vecinos que hacen sus compras en los supermercados Aotus tienen que regresar a sus hogares en taxis, afectando a la economía familiar. Pagar un promedio de cuatro soles (US$ 1.20) por sólo tres o cuatro cuadras (300 ó 400 metros) para evitar ser presa de éstas pandillas.
Ocasionalmente, circulan patrulleros y motorizados de la PNP, pero como van en caravana es fácil detectarlos desde lejos. Los delincuentes ver pasar a la caravana por una calle y se trasladan a la siguiente cuadra para continuar haciendo sus fechorías. Saben que la policía no regresará más. Emprendedores de la micro empresa que comercializan productos como anticuchos, mazamorras, dulces, frutas y otras mercancías son las principales víctimas.
La delincuencia se ha incrementado más desde que las autoridades renunciaron a sus responsabilidades para postular a nuevos cargos (Alexander Kouri a la alcaldía de Lima y Félix Moreno a la presidencia regional del Callao).
Los esfuerzos para reactivar el turismo en Callao y crear empresas es limitado por las acciones delincuenciales que no tiene cuando acabar. Es normal escuchar tiroteos todos los días, ver enfrentamientos entre bandas delincuenciales, observar a grupos de jóvenes libando licor en las calles, y ser testigos de cientos de asaltos menores (robos de teléfonos celulares, carteras, paquetes, lentes, etc.)
Sabemos que la delincuencia es un problema social, y al parecer, los únicos interesados en tratar de cambiar esta situación son las iglesias evangélicas y grupos carismáticos, que suelen hacer servicios religiosos en determinadas calles, pero aún, la delincuencia es el pan de cada día en el Callao.
FIRMADOS Nro. 116 / Lima, Junio 30, 2010
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