El pasado fin de semana las autoridades peruanas revelaron que durante el año 2007, las actividades ilícitas vinculadas al lavado de activos alcanzaron aproximadamente los US$ 1,500 millones, cifra que agudiza el crecimiento de la corrupción en el país. En el ránking (barómetro) latinoamericano, el Perú tiene el triste tercer lugar de corrupción institucional, superado solamente por Haití y Venezuela. A pesar de los esfuerzos gubernamentales, es casi una republiqueta bananera.
Paradójicamente, el porcentaje de la población “cristiana” también se ha incrementado en los últimos años. Se espera que los resultados del censo poblacional realizado el año pasado, revelen cifras optimistas que oscilarían entre el 15 y 20 por ciento respectivamente.
¿Si la población de orientación cristiana-evangélica ha crecido en el Perú, porqué la corrupción sigue incrementándose en el país? ¿Por qué el crecimiento de la iglesia cristiana no impacta en la población? ¿Si hay congregaciones que celebran varios cultos dominicales, por qué no se siente la influencia moral de los nuevos creyentes?
Surgen algunas tesis que vale la pena reflexionar. A manera de ensayo, el Rvdo. Oswaldo Amico Contreras, pastor de la Primera Iglesia Bautista del Callao, cree que el crecimiento de la iglesia cristiana no impacta, porque el evangelismo se basa ahora en la experiencia de ciertos líderes religiosos y no en la Biblia. El poder de Dios que emana del conocimiento pleno del Creador y el rol transformador de Jesucristo mediante la conversión, han sido dejados de lado para dar paso al liderazgo motivacional de ciertos líderes “cristianos”. De ahí que el incremento de ciudadanos de religión cristiana no católica no tiene influencia en la sociedad.
Otra tesis sobre el particular la escuché en diciembre del año pasado, precisamente cuando se celebraba la cena anual de la ex Juventud Universitaria Cristiana de la ACM. El pastor Francisco Beltrán, experimentado líder de la iglesia ACM (Alianza Cristiana y Misionera) reveló que la sociedad podrá notar algún cambio cuando los cristianos empiecen a evangelizar a la “clase dirigencial” (léase “estrato social medio y alto, y dirigentes gubernamentales y empresariales”). En la medida que el evangelio llegue a los operadores del cambio social, entonces se notará el rol transformador de Jesucristo en la vida de los dirigentes sociales. Suscribo las versiones de ambos siervos que por cierto no se conocen.
Pareciera que el crecimiento del cristianismo aún no afecta al país. Las cifras sobre el incremento de la corrupción pone al descubierto algunas falencias y debilidades de la iglesia como institución social. Así como se difunden noticias alarmistas y tendenciosas como “Pastor viola adolescente en iglesia” o “Evangelista roba y golpea a su madre”, informaciones comunes en periódicos sensacionalistas, alguien podrá decir ahora que la otrora clasificación de los evangélicos “honestos y trabajadores” ya no es más; que los cristianos no católicos (evangélicos y carismáticos) han defraudado a la sociedad; que fracasaron en la política y decepcionaron como agentes del cambio ético y moral. Razones habría de sobra.
Sin embargo, aún es tiempo para corregir errores. Sabemos por experiencia propia que el poder de Dios cambia a las personas porque eso ocurrió con nosotros cuando conocimos a Jesucristo. Volvamos a las raíces. Dejemos que la Biblia, ese viejo libro que cada día tiene nuevas y contemporáneas enseñanzas sea la única regla de fe y práctica de nuestras vidas. Doblemos nuestras rodillas y pidamos al Dios de la vida la sabiduría necesaria para ser mejores ciudadanos. Que no nos impacte la cantidad, sino la calidad de vida de los creyentes. El país espera que los cristianos sean la sal de la tierra y estamos seguros que el Señor también.
FIRMADOS Nº 047
Lima, Enero 30, 2008
Paradójicamente, el porcentaje de la población “cristiana” también se ha incrementado en los últimos años. Se espera que los resultados del censo poblacional realizado el año pasado, revelen cifras optimistas que oscilarían entre el 15 y 20 por ciento respectivamente.
¿Si la población de orientación cristiana-evangélica ha crecido en el Perú, porqué la corrupción sigue incrementándose en el país? ¿Por qué el crecimiento de la iglesia cristiana no impacta en la población? ¿Si hay congregaciones que celebran varios cultos dominicales, por qué no se siente la influencia moral de los nuevos creyentes?
Surgen algunas tesis que vale la pena reflexionar. A manera de ensayo, el Rvdo. Oswaldo Amico Contreras, pastor de la Primera Iglesia Bautista del Callao, cree que el crecimiento de la iglesia cristiana no impacta, porque el evangelismo se basa ahora en la experiencia de ciertos líderes religiosos y no en la Biblia. El poder de Dios que emana del conocimiento pleno del Creador y el rol transformador de Jesucristo mediante la conversión, han sido dejados de lado para dar paso al liderazgo motivacional de ciertos líderes “cristianos”. De ahí que el incremento de ciudadanos de religión cristiana no católica no tiene influencia en la sociedad.
Otra tesis sobre el particular la escuché en diciembre del año pasado, precisamente cuando se celebraba la cena anual de la ex Juventud Universitaria Cristiana de la ACM. El pastor Francisco Beltrán, experimentado líder de la iglesia ACM (Alianza Cristiana y Misionera) reveló que la sociedad podrá notar algún cambio cuando los cristianos empiecen a evangelizar a la “clase dirigencial” (léase “estrato social medio y alto, y dirigentes gubernamentales y empresariales”). En la medida que el evangelio llegue a los operadores del cambio social, entonces se notará el rol transformador de Jesucristo en la vida de los dirigentes sociales. Suscribo las versiones de ambos siervos que por cierto no se conocen.
Pareciera que el crecimiento del cristianismo aún no afecta al país. Las cifras sobre el incremento de la corrupción pone al descubierto algunas falencias y debilidades de la iglesia como institución social. Así como se difunden noticias alarmistas y tendenciosas como “Pastor viola adolescente en iglesia” o “Evangelista roba y golpea a su madre”, informaciones comunes en periódicos sensacionalistas, alguien podrá decir ahora que la otrora clasificación de los evangélicos “honestos y trabajadores” ya no es más; que los cristianos no católicos (evangélicos y carismáticos) han defraudado a la sociedad; que fracasaron en la política y decepcionaron como agentes del cambio ético y moral. Razones habría de sobra.
Sin embargo, aún es tiempo para corregir errores. Sabemos por experiencia propia que el poder de Dios cambia a las personas porque eso ocurrió con nosotros cuando conocimos a Jesucristo. Volvamos a las raíces. Dejemos que la Biblia, ese viejo libro que cada día tiene nuevas y contemporáneas enseñanzas sea la única regla de fe y práctica de nuestras vidas. Doblemos nuestras rodillas y pidamos al Dios de la vida la sabiduría necesaria para ser mejores ciudadanos. Que no nos impacte la cantidad, sino la calidad de vida de los creyentes. El país espera que los cristianos sean la sal de la tierra y estamos seguros que el Señor también.
FIRMADOS Nº 047
Lima, Enero 30, 2008
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